Ella es sólo una niña, o ya no es una niña, y desde hace un tiempo las cosas se volvieron confusas para su mente. Conoció nuevos estados de ánimo y hasta sentimientos nuevos. Y ahora se ve obligada a afrontar la verdad, a explicar su verdad, a expresarse, a intentar arreglar lo pendiente. Su interior llora, pero su exterior se mantiene firme, algo ha aprendido. Hay cosas que simplemente suceden, sin anticipación, sin aviso, y ella lo sabe, pero no lo asimila, aún no lo acepta. Cometió un gran error, no sabe si ha lastimado a alguien además de a ella misma. Sus ojos se ven tristes pero, ¿quién puede notarlo entre tantas falsas sonrisas y falso buen humor que cada persona que interactúa con ella nota? Se maldice, maldice al mundo, a sus sentimientos, pero no a él, no, él no tiene la culpa, él no hizo nada, la que se equivocó fue ella, es su culpa, de ella y sus actitudes, y sus impulsos, y su mente (o todo ésto es sólo lo que ella dice). Vuelve a maldecirse a sí misma, como si realmente eso la ayudara a cambiar el pasado o el presente. Se siente tonta porque se da cuenta de que no se arrepiente de nada. Ellos se deben una charla. Ella sabe lo que le espera, sabe lo que él va a decir, ya que es la historia de su vida, es siempre muy parecido. Él ya le dijo que que ella esté así no lo deja tranquilo y ella le dice que él debería sentirse bien (aunque sabe que lo odiaría si fuera diferente). Pero siguen debiéndose una charla. ¿Cuándo la tendrán? ¿Qué tan lastimada terminará ella? Mucho, más que posiblemente. Y no sabe qué hacer. Siente culpa por lo que ha provocado. Debe dejar esas ganas de llorar, o simplemente dejarse quebrar. Y la historia se repite. Debe empezar a olvidar, otra vez.
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