Me despierto. Miro, sí, el mismo cuarto. Papel tapiz cielo, nubes, con aves. La misma madre que me despierta con un mate. Rico mate, sí, pero siempre es igual. El mismo departamento en el mismo barrio de mierda. Oh sí, ¿y quién se percata de eso? Nadie, porque a nadie le molesta, porque es todo tan sistemático.
Voy, busco la misma guía para leer las mismas cosas. ¿Y quién puede culparme? Tengo que estudiar, de nuevo. Los mismos platos, los mismos vasos, las mismas paredes, la misma computadora. La misma puerta, el mismo pasillo, el mismo ascensor. La misma puerta de calle. Camino, por las mismas calles. Doblando por Cevallos y caminando hasta Belgrano, donde doblo a la izquierda, pasando el mismo quiosco de diarios, verde, por supuesto, con ese viejo que jamás me cambió $2 cuando necesitaba monedas, para llegar a la misma parada donde me tomo el 103 o el 2, los mismos colectivos. Y estoy tan cerca, ¿por qué no camino? No, no hay motivación. Belgrano no es un buen lugar para caminar. Las cuadras te destruyen el alma. Es todo tan sistemático.
Y me bajo en la misma parada, donde está el mismo café. Y ya saben como sigue. El mismo colegio, las mismas caras. Bla bla bla. Tan aburrido, tan sistemático. Y yo con mi muerte emocional. "Sí, está todo bien", diré a quien me pregunte porque se percató de mi estado. ¿A quién realmente le va a importar? Ni siquiera me importa a mí. Es todo tan sistemático.
17:15, el mismo timbre que me dice "Hora de ir a casa, honey". Tengo sólo un motivo para quedarme, y sería suficiente si no fuera porque los libros queman en mi mochila, exigiéndome que los lea, gritándome "You have forgotten us!", porque no hablan en castellano, no, sólo me hablan en inglés, una vez más. Y estoy entre la duda. ¿Rutina I o Rutina II? ¿Casa o un rato más? Es todo tan sistemático.
Elijo la rutina I. ¿Colectivo o subte? Supongamos que subte, porque voy acompañada. Una, dos cuadras derecho. Una, una y media en diagonal. Uno, dos, tres... perdí la cuenta de los escalones. Uno, por favor. Tutún tutún, tutún tutún. "Nos vemos mañana", como siempre. Escalera mecánica. Y están las mismas carpas del mismo gobierno K y del mismo campo. Y está la del MAS, la que menos (o más) llama la atención, la que me agrada que esté. Todo en la misma plaza Congreso. Y camino, derecho por Entre Ríos. Y los mismos negocios que ayer, ¿y quién podría cambiarlos? Hasta Chile, donde doblo y sigo hasta llegar a mi casa. Seguro algún cumplido al estilo de "Mameeeeeetaaaaaaah, ¿te acompañooooooooooooooo?", típico de esta barrio. Bla bla bla. Por lo menos caminar un poco me hace reconsiderar las cosas. Pero es todo tan sistemático.
Elijo la rutina II. Quién sabe con quien me quedaré. Quizá eso cambie un poco las cosas. Galletitas o comida. Charla, charla, charla. Palabra uno, palabra dos, palabra tres, palabra veinte. Cualquiera tema, ¿qué más da? Si es todo lo mismo, pero vamos a ponerle un poco de ganas.Y me quedo, y nos quedamos. 18:40, el momento en que la gente del siguiente turno al mío tiene su receso, de tan sólo 10 minutos. Caras, caras y caras. Algunas me da gusto verlas, otras me son indiferentes. Serán 10 minutos, pero mi humor seguramente cambie. Es parte de la rutina, son parte de la rutina, pero no ven que es como si no lo fueran, como si fueran ese cambio que tanto espero, ese cambio que revolucione mi cabeza. Qué bueno. 18:50. Adiós. "Nos vemos mañana", ¿no suena conocido? Y para no tener que seguir con la rutina dos, tomo el colectivo. Bla bla bla. Llego a mi casa por las mismas calles por las que me fui. Es todo tan sistemático.
Y es lo sistemático lo que mi cabeza ya no soporta. Giro de xº, que me traiga algo nuevo pero no malo, ¿dónde estás? La motivación se ha ido, ¿y qué debo hacer? Es la rutina, es lo estático de mi forma de vivir lo que deprime mi ser. Y los padres no ayudan, sólo lanzan sus críticas, de nuevo, como siempre lo hacen. Que qué mal esto, que dejá lo otro, que esto me molesta, que cuándo vas a ordenar tu cuarto, que que dejes la computadora. Y mi cabeza explotó. Porque es todo tan sistemático.
Cuando todos hayan dormido, me encerraré en el baño y cortaré mechón por mechón las cosas que me molestan. Cortaré mechón por mechón, intentando emparejar, los odios que tanto he guardado. Mechones antiguamente rubios, mechones antiguamente violetas, mechones de color natural. Chic, chic, suena la tijera. Y será un cambio. Lo que comience una serie de cambios. O no. Pero, ¿qué más da? Es todo tan sistemático.