miércoles, 15 de abril de 2009

Primaveras

Si me permites posar un pie delante de otro sin chocarlos, sin que se toquen, sin que se estorben, crecerá mi intelecto y develará toda su ira mi esplendor.
No soy la viva imagen del esplendor, pero podré brillar cuanto desee ahogándome en los cabellos color esmeralda con aquel tacto sutilmente frío, tanto como para subir las comisuras de tus labios sedosos. Y de los míos, no tan cómodos.

Envíame una invitación a caminar por esta calle repleta de flores, las cuales sonreirán al ver consumado el alineamiento de un par de planetas revoltosos. Saludarán y reirán, se sonrojarán y se burlarán. Invítame a tomar un café en un lirio y comer galletas de una rosa.
[No nos hará mal]]

Podríamos andar. ¿Qué tal si tomas ese jazmín y lo enredas en mi pelo? Mientras tanto, jugaré con las espirales naturales de tu cuerpo, enredaré mis manos.

Vas a reír.

Memorias

Podrá tu mente comprender la idea de que las palabras salidas de entre aquellos trozos de seda fina arden más que nuestra estrella amarilla un día de pleno Enero. Enero, me enamoras.

Mira por un segundo, posa tus ojos unos segundos en el mar, este mar, mi mar: ¿me ves, allí, dando manotazos de ahogado? ¿Me darás tu mano? O deja que mis pulmones respiren líquido, de una vez. Deja de fingir entusiasmo, y luego decepción, y entusiasmo de nuevo. Deja de encender esas luces para luego dirigirme contra una pared creyendo que en la pared está la fuente de luminosidad.

Elige. Rompe con lo conocido. No hay más que puedas hacer que avanzar o retirarte. Es un juego. O me endulzas, bañándote de miel, irresistible, o metes limones en mi boca. No hagas más ambas cosas, he tenido suficiente.

¿Me dejarás crecer siendo un lirio, cuando crecen en tu mente jazmines? Quiero.