martes, 15 de abril de 2008
Ella. Imagen.
La ha alegrado. La ha hecho feliz. Y ella, ella sabe. Ella no puede dejar de pensar en él... y sonreir, porque él causa ese efecto en ella. Todo ha pasado ya. Ha tenido un hermoso día. Él ha aparecido un buen rato por su vida. Y finalmente ella decide amigarse con el sueño, ese que muchas veces él le ha quitado, dando vueltas en su mente, caminando, corriendo, en imágenes, en recuerdos. Se recuesta. Apoya su cabeza sobre la almohada, cierra los ojos y se dispone a dormir. Y es en ese momento en que se da cuenta. Su mente empieza a divagar. Algo ha sentido. Sí, sus sentidos están alerta. Hay un aroma, un aroma familiar. Piensa, reflexiona intentando saber a qué le hace acordar. Se ha dado cuenta, sí, a él. Es el olor de su piel, tan suave, tan dulce. Ha quedado entre sus sábanas. Y eso la lleva tiempo atrás, no mucho, solamente unas horas, y la hace recordar cuándo fue que sucedió, cuándo entre aquellos pliegues quedó esa sombra. Y se relaja, se deja llevar a través de las imágenes que su mente le trae, tan nítidas, tan reales, como si volviera a vivirlas. Su boca esboza una sonrisa, una sonrisa tranquila. Sus ojos siguen cerrados, no quiere salir de esa realidad en la que está sumergida ahora. Y por fin lo logra, por fin ha quedado dormida, entre aquel olor de él, inmersa en una realidad pasada que espera volver a vivir. Así se queda.
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