jueves, 7 de febrero de 2013

El descargo


Me siento a escribir esto porque ya no se sobre qué hacerlo;
solo me salen un montón de cosas sacadas con sacacorchos.
¿De qué sirve?
¿Cuál es el punto?
No debería ser así.
En otro momento no era así. Las palabras se me escapaban entre los dedos o las escupía en tinta sobre una hoja. Y ahora ya no.
Perdí todo. Perdí todo lo que podía incentivarme a escribir. Pero, la realidad, es que nunca supe qué era. Salía solo. Entre las personas y los colores y mamá y el sol y unos ojos y mi cabeza, me perdía entre tanto sobre qué hablar.
Una ola de palabras que golpeaba las barreras de mi cuerpo. Algunas veces lograron barrer con todo.
Incluso una de las personas más luminosas de mi vida me regaló un cuadernito hermoso para descargar todo.
Lo usé tan poco... que ahora me vuela la cabeza. ¿Quién era yo?
Y la realidad es que me asusta la calma dentro de mi cabeza.
Es un fantasma que me camina alrededor la posibilidad de que no se vuelva a agitar una sola idea y no escribir más. Y la paradoja es tan fuerte...
No tener el incentivo, perderlo para siempre. No poder encontrarlo nunca más...
Que absolutamente nada vuelva a ser tan intenso como fue, que me empujaba como una ola asiática al rasgueo del papel absolutamente manchado en tinta.
Ni una persona.
Ni un hecho.
Nada.
Perdí el sentido de la intensidad cuando viví la intensidad. 
Viví la intensidad más viciada. Y a la vez la pureza de la juventud y la novedad luchaban para ganar a la intensidad para su lado. Fallaron. Corrompida, sucia, contaminada... así fue la intensidad.
Nada más volvió a presionarme el pecho de esa manera.
Y nunca haber crecido. Y nunca crecer.
Estancarme. 
Ver cómo todos avanzan y observarlos. 
Y pasar de una persona a una carga.
Y ser una carga hasta que sea irreversible.
Y ver cómo todos trotando van hacia el resto de sus vidas... Y yo, una carga. Para todos.
Y no saber quién soy por no estar segura de quién voy a ser. Y no estoy segura de quién voy a ser porque no estoy segura de quién quiero ser.
¿Quién quiero ser?
Y, lo más importante, ¿CÓMO SABERLO?