viernes, 18 de febrero de 2011

Tobogán de primavera

Ana va caminando por la avenida más importante que cruza su barrio, mientras pone Blur en su mp3 y piensa en que ella es una persona primavera, como ella le llamaba: siempre se vestía relajada, cómoda y, preferentemente, fresca, pero solo lo justo (a veces le gustaba agarrar uno de sus saquitos de colores y ponérselo cuando ya caía el sol). Amaba las tardes de temperatura agradable y salía a caminar para despejar su mente.
No había estado en su casa en todo el día, estaba cansada de ese lugar: Estaba llena de idiotas. Se había olvidado el celular, así que solamente había vagado por las casas de sus amigos sin fin y sin avisarles previamente. Pero ahora debía volver, en un rato (bastante largo igual) iba a hacerse de noche y no quería que su mamá neurótica llamara a la policía para que la buscaran enfermamente por las calles de Villa Urquiza, así que prefería no meterse en quilombos.
Ya no sabía bien qué hacer, pero seguía sin ganas de ir a su casa, y todavía le daba el tiempo para dar una vuelta más por el barrio.
Caminó por la zona más poblada, haciéndose la que miraba vidrieras, aborreciendo a todas las mujeres que se cruzaba por cómo la miraban por tener una remera cortada con la imagen de una banana, un jean hecho bermuda muy gastado que le hacía una linda cola y unas alpargatas que ya estaban por caducar. Pelo castaño corto desmechado, unas ojeras sutilmente disimuladas por el delineador, unos anteojos cuadrados de marco cuadriculado. Un cigarrillo entre sus labios le daba el toque final. Y sí, era entendible que todas esas mujeres que caminaban por Triunvirato la miraran tan mal. Pero a Ana no le importaba demasiado.
Se desvió de Triunvirato y se metió por una de esas calles de cuyo nombre no tengo idea, que solamente una persona del barrio puede recorrer y no perderse. Caminó, caminó, segura en su paso pero buscando en su cabeza algún lugar a donde pudiera ir.
Dobló un par de veces, dio un par de vueltas, y terminó donde solía terminar: la plaza.
No tenía mucha idea de por qué había ido ahí pero tampoco se puso a pensarlo. Quizá se encontraba con alguien, quién sabe.
Y ahí estaba él, el pibe Facu, el típico indie actual que compone sus canciones y tiene cuatro bandas a la vez. Sentado en un cantero, guitarra en mano y un vino de un lado; una imagen habitual de la plaza en tiempos de primavera y verano.
Ella se acercó, lo saludó. Él la miró y sonrió.
- Así que escuchaste los mensajes que te dejé, ¿eh?
- ... No. Salí de casa temprano, ya sabés, lo de siempre, y dejé el celular.
- Ah... Es que te llamé un par de veces
- ¿Pasaba algo?
- No, nada importante
Y continuaron charlando mientras tomaban vino. El viento soplaba en la placita mientras el sol caía de a poco. El olor de las flores en la nariz de Ana sumado al gusto del vino en su boca le hizo pensar en lo mucho que le gustaba esa época del año: ¡estaba tan hecha para eso! Y Facu sentía lo mismo. Él también era un chico primavera.
Después de charlar un rato, Facu empezó a tocar la guitarra. Ana estaba tan relajada y pacífica que no lo creía. Fue en el momento en que Facu cantó "Wandering lost in a town full of frowns. Sad, drunk and poorly. Dogs digging up the ground" que a ella se le vino el mundo encima y sintió la primavera fluyendo desde Facu.
Dejó la canción terminar, y quedaron en silencio. Ana no podía abrir la boca. Cuando quiso hacerlo, no alcanzó a decir nada que apareció la mamá de Ana. Gritando, escandalizada, con un policía atrás de ella.
Claro, la boluda de Ana no se había dado cuenta y ya era de noche, y sus temores se habían cumplido. La mamá de Ana insultó a Facu mientras Ana seguía en shock, pero tuvo la reacción suficiente para interponerse entre el policía y Facu cuando su mamá neurótica le dijo al uniformado que se llevara a ese "pendejo drogadicto". Al final, simplemente Ana volvió a su casa en patrullero con su mamá, y ninguna dijo nada en el trayecto. Pero el silencio de su mamá era un anuncio de lo que le esperaba en casa. El silencio de Ana era simplemente una expresión de odio.
Subieron las escaleras mientras su mamá volvía a hacer un escándalo. Ana no decía nada. Se limitó a subir a su cuarto, conectar su mp3 a los parlantes y ponerse a escuchar el disco Blur de nuevo. Y repetía la canción 7 una y otra vez.
Cuando agarró su celular, vio 20 llamadas perdidas y 2 mensajes de voz. "Facu (14) -todas luego del mediodía, seguidas-, Mama (6)" marcaba el visor. Escuchó los mensajes de voz, ambos de Facu diciéndole que iba a la plaza a tomar vino y tocar la guitarra, que si quería, que fuera.
Mandó un único mensaje en toda la noche, aunque no pudo dormir. "Perdón por todo. Gracias por la primavera!". Él no contestó. Sin dudas pensó que no tenía más crédito, pobre, sino hubiera insistido más en las llamadas.
Al otro día volvió a ir a la plaza. Facu no estaba.
Lo llamó, y no atendía.

Facu tampoco pudo dormir en toda aquella noche. Cuando vio el mensaje de Ana, ya estaba por Campana. Quiso responder pero, ¿cómo le iba a decir por mensaje que se estaba yendo a vivir muy muy lejos de la plaza? Cuando llegara la iba a llamar.
Aquella noche, en ambas escenas sonaba la misma canción: la 7 del disco "Blur". Cursi, sí, pero tenía sentido. Ambos habían quedado manijas de esa canción, y la repitieron infinitas veces esa noche.
Pero como era un drogado, colgó con llamarla. Y cuando se acordó, no tuvo huevos.