sábado, 28 de noviembre de 2015

Ya no quiero recordar
esos ojos que nunca vi,
esas manos
que nunca me tomaron,
que nunca me tocaron,
pero que me acariciaron tan tiernamente
que creí que había un terremoto
en pleno Buenos Aires,
del centro a la Paternal.

Ya no quiero recordar
esos besos que no di
y que estuve tan,
tan cerca,
que creí que iba a llorar.

Ya no quiero recordar
esos labios y esa respiración
en mis hombros y en mi cuello,
esa forma bajo las sábanas,
ese grito a voces
que nunca quisimos cantar.
Que nunca quisiste cantar.

Pero me duelen las sombras
alargadas sobre el piso de madera,
las risas resonantes
como ecos de fantasmas
callados, caminantes por Rodríguez Peña.

Me quiebra la mirada que esquiva
y que antes me buscaba
cargada con el Pacífico,
y la parada del 150 y el 6
a cualquier hora de la noche.
Me matan esos brazos
y esos abrazos
que ya no me sostienen
y que ya no sostengo.

Y si te veo te escupo en la frente
y me voy llorando, como nunca me viste
Porque no extraño quererte, no lo extraño ni un poco.
Pero devolveme a mi amigo.

viernes, 29 de noviembre de 2013

m.

Cuando lo vi la primera vez
no me imaginé lo que sería,
no me imaginé lo que era,
no me imaginé lo que es.

Ahora veo su mano con la mía
y cómo entra el sol a golpearlo
mientras suenan mis risas aún, como un eco.

La luna esconde mis errores
y puedo así refugiarme en él.
Cuando llega el sol
y vuelven mis errores,
él no se va, él sigue ahí,
con su boca de algodón y seda
y sus manos de satén.

Cómo quiero arrancarlo
de la sombra en la que cree que no está
y llevarlo a caminar y, por fin,
verlo real.

Quiero sentarme frente a él
y poder adivinar qué hay en la profundidad
de la oscuridad de sus ojos oscuros color café,
oscuros como el café que me prepara
cuando llego a él cansada
porque el mundo no se cansa jamás
de golpear con mano implacable.
Y él me sostiene y me da aire
para no dejarme caer
por la montaña en cuya cima estoy
(aunque suene bien, no lo está).
Y cuando voy a desmayarme porque
me deja de oxigenar,
me sostengo sobre mis rodillas
y lo dejo volar,
porque su mente dispersa
no puedo ni quiero enjaularla,
ni atarla,
ni encerrarla,
ni disminuirla,
porque nunca es más hermoso
que cuando se escapa a su libertad.
Yo prefiero observarlo huir
que obligarlo a quedarse.
Espero, con un café propio
y sentada a una mesa ajena
hasta que vuelva y me arroje piedras a la ventana.
No le pido más, menos tampoco.

Pero puede que algún día
la ventana esté tapiada
y las piedras arrojadas
no se escuchen más.
Le digo que no se cómo ni por qué
pero que es un riesgo que él eligió correr.

Mientras no pase
puedo aún disfrutarlo.
Puedo aún sentir la adrenalina
de su ropa elevándose sobre su cabeza
y mis dedos bordeando
las curvas de su cara.
Puedo aún imaginarlo
cantando a coro una canción
sencilla y no tan mágica
de una banda que hizo temblar la tierra.
Puedo aún sacudir su vientre
y hacernos ver las estrellas
mientras imagino que el mundo es esto.

Perdón si despierto de golpe
borracha y violenta de realidad
y, tratando de escupirte todo,
me vomito los pies y me caigo de cara.

Creo que vi en tus ojos
y se te escapó entre los labios
que sentiste celos por un afecto
que no fue tuyo.
Y si tu humanidad transmutada
pero aún perfecta
superara todos los obstáculos
pretendida pero falsamente racionales
que vos mismo te imponés,
no dudaría ni dos segundos en besarte
y enseñarte a correr a la par de alguien más.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El hombre sin intelecto

Pesadamente cálido, desagradablemente simpático.
Vestido a lo high class, arreglado como un duque.
No se priva de la misoginia
y los placeres del machismo y el patriarcado.
Gana lo que vos no podés ni soñar,
sueña lo que vos no querés ni pensar.
Si tu idea es volar,
él es quien te dispara.
Si tu idea es desvestirte,
él es quien te toca.
Si tu idea es gritar,
él es quien te calla.
Si tu idea es comer,
él se come lo tuyo,
aunque él tenga para comer él, y cien más.

Él es el hombre sin intelecto,
sin dudas, sin imaginación,
vacío, humeante, viscoso.
Moldeado a la medida
de todo lo demás
¿excepto de él?
Seguro que excepto de nosotros,
los de la otra vereda, los de la calle.

Ansioso,
consumido por el tiempo
del horario de oficina.
Enfermo,
por sí mismo, por el mundo,
por el colectivo y el smog,
por la camisa y la corbata.
Satisfecho,
de sí mismo y de su familia,
de ser un bastión de los placeres
que quiere tener y no puede,
que disfrutan los que él llama "superiores".

No hay que sentir lástima por él, cuando él no la tiene por los demás.
Hay que pararlo en la vereda, y ver si vuelve a las alturas.
Si no vuelve, perdonarlo; si vuelve, bajarlo de su corto vuelo.

martes, 12 de noviembre de 2013

Versos para María

1

María, tan hermosa que encandila,
con sus ojos de cachorro que te miran rogando piedad,
y se emocionan hasta alcanzar la luna con los poemas de Cortázar,
teme tanto al tiempo, más que a la muerte.
¡Cuánto tiempo más dejarías pasar
para librarte del miedo al tiempo!

2

Supersticiosa del amor
y racional de la ciencia.
Cada día lee lo que le depara
un futuro genérico.
¡Que encuentres tu paraíso
no dependerá del destino!

3

En el horóscopo no obtendrás
la fecha en que las hojas crujirán bajo tus pies.
Porque tenés que salir a pasear para encontrarlas.
Muchos días serán de sol y lluvia y árboles aún verdes
¡Cómo cansará buscar las hojas del otoño
si todo el año es de calor sofocante!

4

Pero las palmas rojas de tus manos
no deberán dejar de aplaudir.
Encontrarás mil primaveras antes del verano
y mil veranos antes del otoño.
¡Pero cómo valdrá el otoño
cuando te rodees de hojas color tus-ojos!

5

Vas a tener que salir por tus estaciones,
a pasarlas, a vivirlas, a zafarlas, a sufrirlas.
No seas pasiva, no confíes en los astros.
Solo en tus dibujos y tu danza podrás reescribir tu horóscopo.