sábado, 28 de noviembre de 2015

Ya no quiero recordar
esos ojos que nunca vi,
esas manos
que nunca me tomaron,
que nunca me tocaron,
pero que me acariciaron tan tiernamente
que creí que había un terremoto
en pleno Buenos Aires,
del centro a la Paternal.

Ya no quiero recordar
esos besos que no di
y que estuve tan,
tan cerca,
que creí que iba a llorar.

Ya no quiero recordar
esos labios y esa respiración
en mis hombros y en mi cuello,
esa forma bajo las sábanas,
ese grito a voces
que nunca quisimos cantar.
Que nunca quisiste cantar.

Pero me duelen las sombras
alargadas sobre el piso de madera,
las risas resonantes
como ecos de fantasmas
callados, caminantes por Rodríguez Peña.

Me quiebra la mirada que esquiva
y que antes me buscaba
cargada con el Pacífico,
y la parada del 150 y el 6
a cualquier hora de la noche.
Me matan esos brazos
y esos abrazos
que ya no me sostienen
y que ya no sostengo.

Y si te veo te escupo en la frente
y me voy llorando, como nunca me viste
Porque no extraño quererte, no lo extraño ni un poco.
Pero devolveme a mi amigo.