viernes, 29 de noviembre de 2013

m.

Cuando lo vi la primera vez
no me imaginé lo que sería,
no me imaginé lo que era,
no me imaginé lo que es.

Ahora veo su mano con la mía
y cómo entra el sol a golpearlo
mientras suenan mis risas aún, como un eco.

La luna esconde mis errores
y puedo así refugiarme en él.
Cuando llega el sol
y vuelven mis errores,
él no se va, él sigue ahí,
con su boca de algodón y seda
y sus manos de satén.

Cómo quiero arrancarlo
de la sombra en la que cree que no está
y llevarlo a caminar y, por fin,
verlo real.

Quiero sentarme frente a él
y poder adivinar qué hay en la profundidad
de la oscuridad de sus ojos oscuros color café,
oscuros como el café que me prepara
cuando llego a él cansada
porque el mundo no se cansa jamás
de golpear con mano implacable.
Y él me sostiene y me da aire
para no dejarme caer
por la montaña en cuya cima estoy
(aunque suene bien, no lo está).
Y cuando voy a desmayarme porque
me deja de oxigenar,
me sostengo sobre mis rodillas
y lo dejo volar,
porque su mente dispersa
no puedo ni quiero enjaularla,
ni atarla,
ni encerrarla,
ni disminuirla,
porque nunca es más hermoso
que cuando se escapa a su libertad.
Yo prefiero observarlo huir
que obligarlo a quedarse.
Espero, con un café propio
y sentada a una mesa ajena
hasta que vuelva y me arroje piedras a la ventana.
No le pido más, menos tampoco.

Pero puede que algún día
la ventana esté tapiada
y las piedras arrojadas
no se escuchen más.
Le digo que no se cómo ni por qué
pero que es un riesgo que él eligió correr.

Mientras no pase
puedo aún disfrutarlo.
Puedo aún sentir la adrenalina
de su ropa elevándose sobre su cabeza
y mis dedos bordeando
las curvas de su cara.
Puedo aún imaginarlo
cantando a coro una canción
sencilla y no tan mágica
de una banda que hizo temblar la tierra.
Puedo aún sacudir su vientre
y hacernos ver las estrellas
mientras imagino que el mundo es esto.

Perdón si despierto de golpe
borracha y violenta de realidad
y, tratando de escupirte todo,
me vomito los pies y me caigo de cara.

Creo que vi en tus ojos
y se te escapó entre los labios
que sentiste celos por un afecto
que no fue tuyo.
Y si tu humanidad transmutada
pero aún perfecta
superara todos los obstáculos
pretendida pero falsamente racionales
que vos mismo te imponés,
no dudaría ni dos segundos en besarte
y enseñarte a correr a la par de alguien más.

No hay comentarios: