miércoles, 13 de noviembre de 2013

El hombre sin intelecto

Pesadamente cálido, desagradablemente simpático.
Vestido a lo high class, arreglado como un duque.
No se priva de la misoginia
y los placeres del machismo y el patriarcado.
Gana lo que vos no podés ni soñar,
sueña lo que vos no querés ni pensar.
Si tu idea es volar,
él es quien te dispara.
Si tu idea es desvestirte,
él es quien te toca.
Si tu idea es gritar,
él es quien te calla.
Si tu idea es comer,
él se come lo tuyo,
aunque él tenga para comer él, y cien más.

Él es el hombre sin intelecto,
sin dudas, sin imaginación,
vacío, humeante, viscoso.
Moldeado a la medida
de todo lo demás
¿excepto de él?
Seguro que excepto de nosotros,
los de la otra vereda, los de la calle.

Ansioso,
consumido por el tiempo
del horario de oficina.
Enfermo,
por sí mismo, por el mundo,
por el colectivo y el smog,
por la camisa y la corbata.
Satisfecho,
de sí mismo y de su familia,
de ser un bastión de los placeres
que quiere tener y no puede,
que disfrutan los que él llama "superiores".

No hay que sentir lástima por él, cuando él no la tiene por los demás.
Hay que pararlo en la vereda, y ver si vuelve a las alturas.
Si no vuelve, perdonarlo; si vuelve, bajarlo de su corto vuelo.

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