martes, 30 de octubre de 2012
-tan viejo-
Marca un número telefónico. Uno, cinco, cinco... Lo sabe de memoria
son casi las 6 de la mañana pero, con sus esperanzas en la mano, piensa solamente en apretar un número, ponerse el teléfono al oído y oír su voz.
.....
el gato la mira y le maúlla, haciéndola pegar un salto en su asiento. Vacila.
No lo hace, le falta coraje.
Es muy tarde.
A la cama se va, enfadada consigo misma.
Y otro día etílico no le tiembla el pulso
llama, le pide verse.
A ella se le traba la lengua... pero él está igual. Lo niegan, ¡pero cómo no se iban a negar!
Y se ven y lloran y se ríen y se disfrutan y se odian como siempre fue.
Después de unos días, se olvidaron de que existieron.
Se recuerdan, se encuentran.
Se vuelven a olvidar.
Pero el olvido siempre es unidireccional, siempre sale de uno. Nunca hay dos. Nunca son los dos.
No se pueden querer, pero no se pueden odiar.
No se soportan pero aún así no pueden no unirse.
(Si te llama, vas. Si lo llamás, va.)
Y si se volvieran a conocer, seguro se caerían mal.
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