justo como hacés ahora.
Quiero reconocer esa risa
a dos mil kilómetros, a doscientas horas.
Que no me de vergüenza tocarte
Que no me de vergüenza mirarte
porque, seamos sinceros, mirarse a los ojos no es nada fácil.
Tengo la mente volada en un relato que se hunde en tu carne y te arranca las venas, para recordarnos que otros quedan desamparados a su suerte.
Perdón, no quise tomarte de la mano, aunque sí quise pero no quise pero sí pero no pero sí...
Qué egoísmo el mío pensando en tus manos y no en tus cicatrices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario